viernes, 22 de agosto de 2008

Ángel de la cebada

Mi ángel de la cebada creció ayer un poquito más, algo que ya era casi imposible porque es la más alta y la más grande... lo útlimo, desde luego.
Pese a su enfado inicial, porque el día de su cumple no tenía regalos, poco a poco la fuimos guiando por el camino que a nosotros más nos interesaba hasta al final poder colocarla entre fogones, colores, velas y sillones de mimbre.
Siguiendo pistas y resolviendo acertijos finalmente consiguió esos regalos que al principio de la velada pedía, y re-pedía, entre sollozos y enfados.
Pero como todo ángel las noches no son para ella, así que después de mezclarnos con muchas risas, cervezas de trigo, pasta rica, salmorejos deliciosos, helados de cáctus y una última cerveza, la velada terminó con los bostezos de mi ángel (más tarde de los esperado, todo sea dicho) y mis deseos para que su guardián la abrace siempre: bien en la Laguna Negra, bien en cualquier otro lugar.

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