miércoles, 19 de mayo de 2010

A mi lado por las mañanas

Hoy he tenido uno de esos despertares en los que no deseo que nadie esté a mi lado. Bueno, casi nadie. Hay un alguien que sabe entenderme muy bien- aunque él cree que no- y sabe cómo llevarme, hacerme, tratarme para poder sobrellevar (me) en esos ratos.
La verdad es que esta mañana ha sido especialmente complicado porque no es fácil tratar con alguien como yo, en esos momentos en los que aparece mi némesis y sólo callo y me sumerjo en mi mundo mientras pienso que el que está al lado sólo por cómo coloco la cabeza, o por cómo gimoteo debe saber todo lo que pasa por mi mente y cuál es la mejor manera de solucionarlo.
Menos mal que me entiende, me comprende, me respeta... y soporta esos vaivenes.
Qué difícil es la primavera para mi. Y para los demás. Para el que está a mi lado.

lunes, 10 de mayo de 2010

Un chándal de Carrefour

Hace dos semanas volvía a casa en el metro a esa hora en la que la gente que pasa de los 30 vuelve a casa sin haber salido; los que no llegan a los 30 están llegando a los bares y en la que no llegan a los 20 comen gominolas para que sus madres no sepan que ya andan con algunos cigarrillos y que el botellón no está tan erradicado como ellas creen.
Pues eso, que ni una cosa ni la otra pero llegaba yo a casa a eso de las 11 y pico de la noche cuando se montaron en el metro dos chicas y un chico que yo creo que rondarían los 17-19 años. Un poco 'piripis' y muy contentos. Haciendo esas cosas que con 17 años no te dan vergüenza, quieres que todo el vagón te mire y que, además, eres súpermaduro y lo haces sólo por transgredir. Qué divertido, joder.
Dos chicas y un chico, del extrarradio, por la dirección que llevaban. Ellas, aparentemente, heterosexuales. Él, gay declarado. Sin ningún púdor. En chándal. Gris y naranja. Con alianza chunga de oro en uno de los dedos. Y cadenita de la primera comunión al cuello. Y sin ningún reparo. Haciendo gracias, riéndose y sin más. Hablando de las tonterías que se hablan con 17 años cuando llegas a casa intentando disimular y haciéndote el gracioso (y en realidad lo era).
Y a mi me hizo gracia porque era la primera vez que me encontraba con un chico gay de 17 años que no vivía en Chueca, o había salido del pueblo para ver mundo y estaba descubriendo todo, ni era un 'moderno-modernoso'. Por fin era un chico de barrio, sin pretensiones de nada que llevaba un chándal y que su estética no pretendía aparentar ni determinar nada. Me gustó porque ese chico me confirmó que, por fin, en Madrid, parece que las cosas se están normalizando. Que parece, que por fin, no hace falta un Día del Orgullo de nada.
Y que el chándal, no hacía falta que fuera de Puma o de Adidas. Con que se lo hubiera comprado en Carrefour, era suficiente.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Una heridita...

He hecho varios intentos por escribir entradas de forma más o menos continua y asidúa para mantener el ritmo. Pero no ha cuajado la cosa y por unos motivos u otros al final no las he publicado.
Hoy hace dos años que entré a trabajar en mi puesto actual y gracias a eso decidí abrirme un blog. Un blog con un título un poco espeluznante... teniendo en cuenta que en Nasiriya la gente sí que vive un infierno real... pero bueno, de vez en cuando nos podemos adueñar de la demagogia y usarla en nuestro propio beneficio. El caso es que aquí estoy, dos años después sigo en el mismo puesto de trabajo. Y parece que he de agradecer dos cosas: la primera, que tengo puesto de trabajo (en un día como hoy en el que se hacen públicas las cifras del paro y parece que pese a que ha bajado durante el mes de abril la perspectiva pinta chunga, chunga... chunga); y la segunda, que mi situación laboral, en lo que al ámbito profesional se refiere, parece que ha mejorado. Por lo menos no ando ya 'entre legajos' pero se aleja bastante a mi idea de lo que era el periodismo. Esa profesión intrépida, entretenida, en la que cada día era una aventura y cada artículo escrito una manera de contarle a los demás tu manera de ver el mundo. Eso es una milonga de la que sólo disfrutan esos que han recibido los premios Ortega Y Gasset de Periodismo. Esos y otros tres más.
La cosa en la realidad es bastante diferente. Poca pasión, pocas ganas, poco entusiasmo y mucha decepción. No es lo que era... o igual era yo la que me imaginaba otras cosas. La que pensaba que al final la cosa sería diferente y yo me diferenciaría entre los demás. Pero, evidentemente, no. Si soy del montón, lo soy para todo. Y para esto también. Que no pasa nada... pero la espinita clavada en días como los de hoy hace que sangre un poquito. No demasiado, pero un pelín sí que sí.
Gracias a esto, eso sí, he conseguido disfrutar de mi vida. Respirar sin parar. Pero será que a veces me ahogo, me quedo sin aire y no puedo seguir. Entonces paro y miro alrededor. Y lo que tengo me alegra, me compensa y me hace sonreír. Ya no hace falta respirar tanto y tan profundo. Porque sonrío y soy feliz.
Pero la herida que dejó la espina sigue supurando. Y no sé si se va a curar.