Yo no sé hacer sudokus. Ni si quiera lo he intentado pero creo que no sabría hacerlos. También creo que soy de las pocas que en el metro-cercanías-bus no va cuadrando uno de estos crucigramas numéricos.
Creo que empezaron a proliferar por España hará unos cuatro veranos, más o menos, y ese invierno siguiente que volví a Madrid todo el mundo iba ya con su lapicerito y su papelito echando cuentas y calculando filas y columnas. Algo completamente imposible para mi. Mi hemisferio del cerebro, que debería dedicarse a eso, está completamente obsoleto.
Pero el sudoku ha hecho que cualquier persona se entretenga haciendo sudokus (menos yo). Ayer, el señor que iba sentado a mi lado en el cercanías tenía las manos agrietadas, con restos de yeso, unas botas con puntera de acero y una mochila con el atillo diario. En frente, una señora mayor, unos 65-70 años, también liada con la última página de un diario gratuíto y dándole a los números. Miro al otro lado, y otra chica con el lápiz y las cifras... ¡y es que todo el mundo sabe hacer sudokus! (menos yo).
Estos entuertos han logrado que casi todo el mundo piense, razones, abra su mente y se desarrolle echando cuentas y números. Todo el mundo menos yo... que sigo leyendo.