viernes, 29 de mayo de 2009

Educar bien

No sé si estoy de acuerdo, o no, en que puedan tomarse las chicas de 16 años la píldora postcoital sin receta médica. El caso, es que desde siempre cuando ha habido algún problema se ha ido a un centro de planificación familiar y dicha pastilla ha sido recetada. Pero parece que ahora, esto no es necesario, así si el descuido ha sido un sábado por la noche y hasta el lunes por la mañana no puedes acudir a un centro de este tipo, no se corre el riesgo de que el medicamento haya disminuido su efectividad ya que puedes encontrar una farmacia 24 horas para comprarlo.

Sin embargo he leído esta mañana una entrevista a una experta en salud sexual de la Organización Mundial de la Salud en la que decía que esta píldora es totalmente segura y que si una chica tiene la capacidad física- que no psíquica- de que quedarse embarazada, puede tomar el fármaco. Creo que no estoy segura de esto tampoco.

Catherine d'Arcangues, entrevistada en cuestión, aporta total seguridad al uso del levonorgestre y su casi inexistencia de efectos secundarios.

A mi todo esto me tranquiliza bastante, por otro lado, y le ofrece cierta legitimidad a la nueva normativa del gobierno (que no a las palabras de Aído, por dios), pero hay una cosa que me da qué pensar: y es que la experta compara a España con el resto de países, la mayoría europeos, que desde hace años disponen de esta medida.

Esta muy bien que ya cuando se hable de España se hable de Europa, se considere que 'somos europeos' y que las elecciones a la Parlamento Europeo estén tomando cada vez más importancia... pero claro, no podemos compararnos con Alemania, con Suiza, con Islandia, con Finlandia, con Noruega... no, por ahora no.

¿Seremos las españolas conscientes de lo que tomar el levonorgestre supone y sabremos hacer un uso racional y consciente de ello? Miedo me da, la verdad. Igual habría que empezar antes por educar bien (en su máximo significado) y después confiar en los resultados.

jueves, 28 de mayo de 2009

Duerme

Cuando está dormido parece que no respira. Lo hace tan profundamente que el vaivén de sus pulmones a penas se aprecia. Paradójicamente, se hace muy pequeño, tanto que sólo con mis manos puedo abrazarlo sin posibilidad de que se me escape.

Perdido entre neblinas y turbulencias parece volar hacia otra esfera, a un lugar tan alejado que creo que nunca jamás podré llegar a descubrir. Allí, empieza a dibujar fantasías de colores que le permiten liberar toda la energía que guarda en su interior.

Bucea entre las acuarelas hasta encontrar la mezcla adecuada… aunque cuando parece que ha acertado con el matiz deseado, descubre una nueva posibilidad que lo puede hacer mejorar.

Se pasa horas entre las aguas, las luces y los colores intentando escudriñar cuál es el dibujo finalmente que quiere mostrar. Un soplido, una nube que oscurece todo, y la lluvia empieza a desfigurar los dibujos y a entumecer las formas.

De repente se despereza, pestañea un par de veces antes de abrir los ojos del todo y se vuelve a acurrucar en mi regazo. Le echo la manta por encima y dejo que respire profundamente hasta que pueda echar la llave, por hoy, a la cerradura de los sueños.

Me gusta (I)

Me gusta el chocolate.
Me gusta el helado de chocolate.
Me gusta casi todo lo que lleve chocolate.
Me gusta nadar y bucear.
Me gusta escuchar mi respiración cuando estoy sumergida en el agua.
Me gustan las sábanas blancas.
Me gustan los cojines de colores.
Me gustan las lámparas.
Me gusta andar por la playa.
Me gusta tumbarme en la orilla mientras se me cuela el agua por el bikini.
Me gusta despertarme con un rayito de sol.
Me gusta tomar café por las mañanas.
Y por las tardes.
Me gusta desayunar.
Me gusta el color morado.
Me gusta perder el tiempo en la cama por las mañanas.
Me gustas tú.
(¿Manu Chao?)

miércoles, 27 de mayo de 2009

Cuento

Había una vez una niña pequeña que le tenía miedo al agua… vivía en una ciudad pequeña con playa, y le encantaba ir al paseo a sentir el viento del mar en sus rizos y leer en la arena, pero era incapaz de pisar más allá de donde la arena cambiaba de color al ser bañada por las aguas… El simple hecho de ver las espumas acercándose a sus deditos con sus uñitas pintadas de rojo le daba un escalofrío y la dejaba asustada y estirada como solo un gato asustado y estirado puede estar, con los pelos de punta y ligeramente hacia atrás como si hubiera frenado en seco…

Por más que cada mañana se esforzase en pasar esa barrera cristalina que le impedía mojarse los tobillos, la niña sollozaba, temblaba y el corazón le latía con toda su fuerza. Pese al miedo que las olas del mar le provocaban a la pequeña, ella se empeñaba en sentarse junto al mar cada mañana. Leer, respirar su aroma y conocerlo cada día más. Así, pensaba ella, un día le perdería el miedo al agua.

Una mañana de agosto el día se despertó oscuro, y las nubes no querían dejar de abrazarse las unas con las otras. Pese a que advirtieron en todas las radios que nadie saliera de sus casas, la niña de rizos abrió la puerta y se dispuso a ofrecerle al mar su tributo diario....

Mientras Ahab luchaba por controlar su barco en medio de la tormenta y perseguir a Moby Dick, la niña luchaba porque el viento no arrancase las hojas de su libro… apretaba su dedito contra las líneas mientras las esquinas de las hojas se doblaban como olas alborotadas, y los rizos le cubrían la cara y se le enredaban como jirones de velas desbocadas en la tempestad.

El viento se para de repente, la calma antes de la tempestad, el dedito sigue fijo en los renglones de letra negra y pequeña, la niña mira al cielo, una gota en la mejilla como una lágrima y 3 gotas más empiezan a emborronar las líneas de Melville.

Cuando la niña devuelve la mirada al frente ya no hay azul mar y azul cielo, sólo un azul oscuro y gris furioso de espuma que la barre de la arena y la envuelve en un centrifugado feroz…

De repente, la pequeña se encontró envuelta en los lazos transparentes del mar que la transportaban hasta las entrañas más profundas del inmenso océano. Sin poder luchar contra la voluntad de Neptuno la pequeña se dejó llevar por ese torbellino de mar que no sabía dónde la llevaba. Sin embargo, ella no sintió miedo, sino una libertad absoluta por haber conseguido, por fin, estar dentro del agua. Y allí, giraba y giraba esperando a que llegara un desenlace final...

Mientras, Ahab parecía haberse hecho con las riendas de su velero y lejos de atrapar a Moby Dick, que se había ido de vacaciones con Nemo, La Sirenita y el Espantatiburones, Ahab se encontraría en su camino algo que jamás hubiese sospechado...

Igual que la narrativa se había suavizado el mar se suavizó, como consciente de su locura, incapaz de dañar a una niñita indefensa que le profesaba tanto respeto y admiración…

Una columna de burbujas y una corriente tibia ascendieron de las profundidades, izando a la niña hasta la superficie, donde despuntando su naricita por encima del oleaje, respiró profundamente y se volvió a sumergir en las aguas, a disfrutar de la libertad que provoca el agua con su ingravidez y el dulce abrazo de la sal.
En la punta de ese naricita que firmó su comunión con el agua, despuntó entonces un lunar para recordarle que aunque insegura, era valiente y decidida.

Y muy guapa…

Y allí, la niña de rizos empezó a dibujar en el agua formas con sus brazos y sus piernas, trazos que la trasladaban de un lugar a otro. Estaba nadando.

De repente, en el vaivén de una ola Ahab vio una figura que se movía en el agua pero no conseguía distinguir muy bien qué era. Una medusa, un delfín, un caballito de mar... las formas se mezclaban debido a los rápidos movimientos que la niña llevaba a cabo para moverse. Ya muy cerca de ella, consiguió distinguir la figura de una niña que flotaba en medio del mar. Serio, sin si quiera gesticular ni asustarse, el capitán la escrutó despacio descubriendo cada uno de los rincones que su cuerpo le dejaba ver. Tranquilo, acercó su mano al agua y se la tendió a la niña para ver si ella quería acercarse. Ninguno de los dos sabía muy bien qué pasaría cuando las manos se enlazaran...

Sentido Común

No es que yo estuviera en el Festival de Woddstock en el 69, lleve pantalones de campana por doquier (bueno... a veces sí...ummm), trenzas y flores en el pelo y crea que el LSD es lo mejor que me podría pasar en el vida. Pese a que tengo un trabajo aburguesado (aburrido, pero aburguesado), vivo en un barrio cómodo y me permito ciertos caprichos (entiéndase como cenar de vez en cuando por ahí, a lo sumo) quizás sí es cierto que mis ideas y principios se acercan más a ciertos idearios comunales que al elitismo post depresión norteamericana... pero de lo que quiero hablar es más de sentido común.
Un barrio cualquiera. Que parece que se está intentando recuperar y reformar para que se viva en armonía entre personas, colores y religiones. Un solar de casi 1.800 metros cuadrados abandonado hace 30 años. De repente, un grupo de vecinos de ese barrio decide restaurarlo para crear una zona verde, un huerto, un campito de furbito (mi padre lo dice así y me hace mucha gracia) y unos bancos para echar el rato.
Llega una excavadora y se lo carga todo. De repente, la autoridad competente ha decidido, después de treinta años, que va hacer un espacio social justo ahí.
¿Ves? A vosotros también os sorprende.

martes, 26 de mayo de 2009

Normalidad

Pese a que mi vida siempre ha estado rodeada de cosas cuanto menos normales- empezando por mi nombre, que no es común del todo- siempre he abogado por la normalidad de las cosas. Me gustan las cosas normales: las cosas que no presentan rarezas que puedan perturbarme más de lo que los elementos ajenos a mí ya lo hacen a diario.

Cada raza, cada especie, cada tribu de este planeta mantiene unas convenciones que entrañan la normalidad dentro de cada una de sus comunidades. Eso también lo contemplo como normalidad, para que se entienda: es normal que un mono le quite los piojos del culo a otro mono en medio de la manada, pero quizás este mismo hecho entre los humanos no es que sea normal del todo.

No hablo de ser tradicional, que creo que no lo soy en absoluto, sino que hablo de hacer cosas mentalmente sanas, cosas que no hagan daño a nadie de alrededor, cosas normales.

La normalidad, como tal, creo que se encuentra en el medio, en el medio de las cosas. Aristóteles hablaba de la búsqueda de la virtud en la vida de cada una de las personas. Y acabó encontrándola en el medio. Por eso creo que en la normalidad está la virtud. Por eso, y porque creo que para ser feliz hay que ser normal. Sin aspavientos y sin aparentar. Sólo, ser normal.


Costumbres

Costumbre, según la RAE, es un "hábito, modo habitual de obrar o proceder establecido por tradición o por la repetición de los mismos actos y que puede llegar a adquirir fuerza de precepto". En Derecho parece ser que cuando algo se repite muchas, muchas, muchas, muchas veces puede llegar a convertirse en algo parecido a una ley (cójase esta frase con pinzas que con lo que son los juristas-casi como los auditores- seguro que pueden sacarle punta a todo)

Las costumbres en Sociología forman parte de la Cultura en los Sistemas de acción y pertenecen a la Estructura Social en el Funcionalismo. También se puede comparar con la idea de conducta que se tiene en la Psicología social y en la Teoría Sistémica. En fin que se han dado muchas vueltas a la cabeza sobre porqué el ser humano hace y deshace ciertas cosas con relativa asiduidad y si estos actos llevados a cabo responden a algún tipo de ciencia oculta o conjunción planetaria.

Yo creo que te acostumbras a las cosas que te gustan. Excepto en las ocasiones en las que no queda más remedio que acostumbrarse a algo, entonces más bien lo considero obligación no costumbre: solemos acostumbrarnos a las cosas que nos hacen sentir bien porque, de hecho, las repetimos debido a que disfrutamos de ellas.

(Antes de sguir: no hay que confundir costumbre con manía)

Hay costumbres que se llevan a cabo durante toda la vida. Hagas lo que hagas, estés donde estés, hay cosas que nunca dejarás de hacer... fundamentalmente porque no quieres. Un hábito, un modo de obrar... una forma se hacerte sentir bien...

La putada llega cuando te has acostumbrado a algo y, de repente, te tienes que acostumbrar a no hacerlo.

viernes, 22 de mayo de 2009

Tonterías II

Si Soraya era importante en nuestras vidas.... la hija de Sara Palin lo es más.
Cierto que representa la hipocresía norteamericana en su máximo esplendor (una madre puritana y purista que lleva como carta de presentación su rectitud, sus valores tradicionales, su saber hacer… y de repente la niña le sale alocada y se queda embaraza del noviete del insti) pero Palin, madre, ya perdió todo su interés cuando su partido no ganó las elecciones y el mundo dejó de acojonarse por un futuro cercano apocalíptico.

Y pese a eso, la niña es la portada de la revista People que advierte del peligro que supone para las jóvenes practicar sexo. Si supieran de sus consecuencias, no lo harían. Y yo, ante estas cosas, me quedo medio atontada, medio adormecida, medio agilipollada. Es como si a Paris Hilton le diera por pedir audiencia en la sede de La Haya de Naciones Unidas para hablar sobre la pobreza... pues habría que hacer como si nadie hubiese hablado. Con esto yo creo que debería ser igual... pero no, se le saca en portada de una revista de rancio abolengo y, además, se hace eco de ella una de las cabeceras más importantes de España.

¿Ves? Tendría que haber hablado con Aído para que entre ambas dos, vaya par, hubieran hecho una rueda de prensa a la limón y poder gritar, '¡adolescentes del mundo: uníos!'

PD: se me da fenomenal escribir sobre tonterías

Tonterías

Este blog está, ya desde hace un tiempo, más perezoso de lo habitual. Bien por la falta de musas, bien por la falta de ganas, bien por la falta de aire que me genera esta alergia galopante que me ha afectado este año.

El caso es que me prodigo poco y lo hago regular. Así que para no perder esta costumbre hoy, además, voy a escribir sobre una estupidez: y es que durante todos los días de una semana, 7 días, se han publicado noticias sobre el fracaso de Soraya en Eurovisión. Cuestión fundamental, sino vital, de cualquier español medio que se precie. A la mierda el paro.

He de decir que yo me veía inmersa en otros menesteres como fue una boda en la que se reafirmaron ideas, valores y sentimientos de libertad y respeto, rodeados de un mar azulísimo y de gente maravillosa, como para tener tiempo de escuchar a la rubia extremeña. Pero no me ha hecho falta porque es como si la hubiese visto en vivo y en directo desde Moscú.

Siempre he pensado que esta chica tenía buena voz, muchas pretensiones de diva y poco enganche para el público en general, vamos, que cae mal, pero bueno, no me parece ni tan mal que fuera a representarnos, con el dinero de todos nosotros, a ver qué pasaba. Pues nada, no pasó nada: pasó que quedó penúltima y fin de la historia. Yastá. Con Remedios Amaya no se dio tanto bombo y ella iba descalza que me parece mucho más mérito, la verdad.

Una noticia al día siguiente, bien; dos, incluso, con un análisis consultando a 'expertos musicales' de este país para saber porqué no ganamos nunca... pase... pero ¿una semana entera, día tras día, publicando en los periódicos más importantes porqué Soraya perdió; Soraya arremete contra TVE; Soraya se queja de nuevo... y hoy leo la mejor: Uribarri está ofendido porque su sucesor dijo que no iba a hacer predicciones en el concurso musical y luego hizo 18. Toma hecho noticiable.

Y esto es porque no hay nada mejor que publicar, porque no hay hecho más importantes en el mundo y porque como ya hay mucho drama y mucha pena pues es mejor contar tonterías que idioticen, aún más, a la masa y así, ésta, pues no piensa.

Claro. Y yo escribo gilipolleces en un blog.

PD: También me encanta el culebrón Camps- trajes de Milano-El Bigotes.

martes, 19 de mayo de 2009

Inseguridades

La inseguridad provoca miedo.
El miedo provoca ira, como mecanismo de defensa y ataque.
La ira lo termina por estropear todo.
Todo lo que tienes lo acabas perdiendo.
Cuando has perdido todo es complicado recuperarlo.
La inseguridad es una mierda.

martes, 5 de mayo de 2009

Un año

Un año. Hay veces que en un año pasan un montón de cosas. Y hay otras veces que no pasa nada.

Un día te levantas y te das cuenta de que ha pasado un año y tú sigues igual, sin moverte, sin avanzar, sin pasar la pequeña franja que hace 365 días te propusiste saltar. Hoy hace un año que me quedé sin pasar la frontera.

Ha pasado un año desde que me senté delante de la mesa desde la que escribo esta entrada. Hoy hace un año que todas las mañanas hago lo mismo desde que salgo de la boca del metro y llego hasta el sitio dónde me siento. Y desde las ocho y media de la mañana hasta las seis y media de la tarde.

Hoy hace un año que día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto me aburro. Me aburro mucho. Hoy, también, hace un año que empecé a plantearme qué hago yo sentada aquí.

Y ha pasado ya un año. En realidad no sé si ha sido corto, si ha pasado sin pensarlo o ha sido el año más largo de todos... la verdad es que no estoy muy segura. Sólo sé, que en lo que a lo laboral se refiere ha sido el más aburrido, alinenante, soporífero y frustrante de todos. Un coñazo, vamos.