jueves, 14 de enero de 2010

Golpes de realidad

Me decían el otro día que tenía abandonado mi blog... y es cierto que he ido experimentando un paulatino abandono de este pequeño reducto en el que puedo contar mis rollos y expresarme como me de la gana. He pensado en darle algunos empujones en un par de ocasiones pero, la verdad, es que no me apetece demasiado. Creo que la desidia y la desgana llaman a más desidia y más desgana.

Hoy, que por fin me he obligado a darle de nuevo un poco a la pluma para ver si sacaba algo en claro, me he dado cuenta que sería un poco frívolo escribir sobre cualquier tontería de las que se me pasan por la cabeza cuando al otro lado del océano la Tierra se ha vuelto del revés, y ha pagado las cosas con los que menos se lo merecían. Una barbaridad. ¿Y ahora qué van a hacer? Ayer decían desde la Cruz Roja que les da miedo conocer la realidad porque podría ser tan aterradora que no sabían como lo iban a soportar. Cómo lo iban a sobrellevar. Y es que hay cosas que es demasiado complicado sacar a delante.

Esto me pilla más de lejos, como mucho sólo veo las fotos de los diarios y las imágenes de la tele; o leo las noticias, los editoriales, los reportajes en los periódicos; o escucho las crónicas de los enviados especiales que cubren la catástrofe cuando me levanto por las mañana y oigo la cantidad de muertos que empiezan a estimar. Y parece que como está tan lejos te duele, les compadeces y piensas que menos mal que vives en un mundo con las casas de cemento y las aceras asfaltadas.

Pero de repente un día te enteras, también, que alguien al que casi no conoces, pero por algún motivo extraño sientes muy cercano, se ha matado hace un par de horas. Alguien que hace un rato ha pasado a tu lado y te ha felicitado el año, resulta que no sabe qué va a hacer con el resto de su vida porque se la ha destrozado a él mismo, a un amigo suyo, a su familia y a la del chaval que se ha muerto. Y entonces te quedas un poco más fría y un poco más sin saber qué hacer. Y le das vueltas a todo y te cuestionas todas las cosas. Que no tiene más sentido y que es mejor que no lo sigas haciendo. En esos momentos es cuando bajas de las nubes y un golpe de realidad se desploma sobre tu nuca para hacerte bajar la cabeza y sentirte humilde y vulnerable. Y empiezas a pensar que debes dejar de quejarte por todo y aprender a valorar las cosas que tienes cerca que, sino te hacen feliz del todo, por lo menos sabes que tienes la posibilidad de disfrutarlas y de mejorarlas. Cosas que otros ya no podrán.