miércoles, 27 de mayo de 2009

Cuento

Había una vez una niña pequeña que le tenía miedo al agua… vivía en una ciudad pequeña con playa, y le encantaba ir al paseo a sentir el viento del mar en sus rizos y leer en la arena, pero era incapaz de pisar más allá de donde la arena cambiaba de color al ser bañada por las aguas… El simple hecho de ver las espumas acercándose a sus deditos con sus uñitas pintadas de rojo le daba un escalofrío y la dejaba asustada y estirada como solo un gato asustado y estirado puede estar, con los pelos de punta y ligeramente hacia atrás como si hubiera frenado en seco…

Por más que cada mañana se esforzase en pasar esa barrera cristalina que le impedía mojarse los tobillos, la niña sollozaba, temblaba y el corazón le latía con toda su fuerza. Pese al miedo que las olas del mar le provocaban a la pequeña, ella se empeñaba en sentarse junto al mar cada mañana. Leer, respirar su aroma y conocerlo cada día más. Así, pensaba ella, un día le perdería el miedo al agua.

Una mañana de agosto el día se despertó oscuro, y las nubes no querían dejar de abrazarse las unas con las otras. Pese a que advirtieron en todas las radios que nadie saliera de sus casas, la niña de rizos abrió la puerta y se dispuso a ofrecerle al mar su tributo diario....

Mientras Ahab luchaba por controlar su barco en medio de la tormenta y perseguir a Moby Dick, la niña luchaba porque el viento no arrancase las hojas de su libro… apretaba su dedito contra las líneas mientras las esquinas de las hojas se doblaban como olas alborotadas, y los rizos le cubrían la cara y se le enredaban como jirones de velas desbocadas en la tempestad.

El viento se para de repente, la calma antes de la tempestad, el dedito sigue fijo en los renglones de letra negra y pequeña, la niña mira al cielo, una gota en la mejilla como una lágrima y 3 gotas más empiezan a emborronar las líneas de Melville.

Cuando la niña devuelve la mirada al frente ya no hay azul mar y azul cielo, sólo un azul oscuro y gris furioso de espuma que la barre de la arena y la envuelve en un centrifugado feroz…

De repente, la pequeña se encontró envuelta en los lazos transparentes del mar que la transportaban hasta las entrañas más profundas del inmenso océano. Sin poder luchar contra la voluntad de Neptuno la pequeña se dejó llevar por ese torbellino de mar que no sabía dónde la llevaba. Sin embargo, ella no sintió miedo, sino una libertad absoluta por haber conseguido, por fin, estar dentro del agua. Y allí, giraba y giraba esperando a que llegara un desenlace final...

Mientras, Ahab parecía haberse hecho con las riendas de su velero y lejos de atrapar a Moby Dick, que se había ido de vacaciones con Nemo, La Sirenita y el Espantatiburones, Ahab se encontraría en su camino algo que jamás hubiese sospechado...

Igual que la narrativa se había suavizado el mar se suavizó, como consciente de su locura, incapaz de dañar a una niñita indefensa que le profesaba tanto respeto y admiración…

Una columna de burbujas y una corriente tibia ascendieron de las profundidades, izando a la niña hasta la superficie, donde despuntando su naricita por encima del oleaje, respiró profundamente y se volvió a sumergir en las aguas, a disfrutar de la libertad que provoca el agua con su ingravidez y el dulce abrazo de la sal.
En la punta de ese naricita que firmó su comunión con el agua, despuntó entonces un lunar para recordarle que aunque insegura, era valiente y decidida.

Y muy guapa…

Y allí, la niña de rizos empezó a dibujar en el agua formas con sus brazos y sus piernas, trazos que la trasladaban de un lugar a otro. Estaba nadando.

De repente, en el vaivén de una ola Ahab vio una figura que se movía en el agua pero no conseguía distinguir muy bien qué era. Una medusa, un delfín, un caballito de mar... las formas se mezclaban debido a los rápidos movimientos que la niña llevaba a cabo para moverse. Ya muy cerca de ella, consiguió distinguir la figura de una niña que flotaba en medio del mar. Serio, sin si quiera gesticular ni asustarse, el capitán la escrutó despacio descubriendo cada uno de los rincones que su cuerpo le dejaba ver. Tranquilo, acercó su mano al agua y se la tendió a la niña para ver si ella quería acercarse. Ninguno de los dos sabía muy bien qué pasaría cuando las manos se enlazaran...

2 comentarios:

lexu-jaime dijo...

Claramente Ahab sablió en busca de niñas, ya que por q' si no llevaba a u sus compis de la Disney con él? Está claro, eran el cebo.


Ahhhh, y la niña, o era de Puntales o era una Sevillita de vacaciones en kai.

jejejeje

mu bonito

Su guapa dijo...

No, no acaba así... hay que darle forma aún, ya iremos encontrando el final...