miércoles, 22 de octubre de 2008

Un poco de aire

Esta mañana había un niño que lloraba en el vagón del metro. El pobre mío se ha quejado bastante poco para lo que lo hubiera hecho yo si la vergüenza o el pudor que acarrea la edad, no me lo hubieran impedido.
Un brazo, un codo, otro brazo, otro codo. Un pisotón, dos pisotones. Me empujan, me resoplan al oído. Me quedo medio sorda con las últimas 'baladas' de ballenato que tiene a bien llevar el de al lado, me mareo, casi ni tengo aire.
Un día, otro, y otro más. Así todas las benditas mañanas para llegar a un lugar donde las sensaciones no son mucho mejores que las que conlleva subirte en un vagón del suburbano.
A veces, cuando hay menos articulaciones acechando mi barbilla, hasta me da tiempo a imaginar cualquier otro lugar a cualquier otra hora. Un espacio con aire, por lo menos.
Que sí, que podría ir en coche, o en autobús, incluso, pero mis sábanas y mi nórdico calentito no me brindan esa posibilidad. Hay cosas que son inviables.
Pero la mayoría de los días son como los de hoy, de esos en los que ni si quiera tengo la oportunidad de cerrar los ojos y encontrarme de cara con el mar.
Y, para colmo, hoy llueve.

No hay comentarios: