jueves, 19 de junio de 2008

Descalza


Mi ángel de la cebada y su consorte son de esos valientes a los que les gusta una mochila, un tren, un autobús o un avión más que a un tonto una tiza y, como no pueden estarse quietos en un sitio mucho tiempo, decidieron, hace un par de meses, que les tocaba visitar otra parte del mundo.

Con la excusa del enlace de un amigo del consorte cogieron rumbo a la India, y allí recorrieron todo lo que se les puso por delante durante un mes.

Que si un Taj Mahal, que si una purificación en el Ganges, que si una ciudad de los muertos... en fin de todo. Un país que no huele diferente por oler a especias, "sino a mierda" como me declaró encantada, a priori, mi ángel cuando le pregunté por el viaje.

Pero como ellos son de mucho viajar y de mucho conocer no se ciernen a hacer fotos a los monumentos sino que sentarse, hablar, escuchar y atender son otras de sus aficiones.

Así, me contó mi ángel, ya de vuelta, que había conocido a una chica que tuvo que cruzarse andando los Himalayas. Su padre, de la chica, estaba amenzado por el gobierno chino y la pena de muerte sobrevolaba sus cabezas. Nunca hubiera pensado que se pudieran cruzar los Himalayas andando descalza... supongo que esta chica tampoco. Hasta que lo hizo. Y ella, ahora, puede estar pensando que su padre es uno de estos tantos por los que Amnistía Internacional clama al cielo.

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