miércoles, 7 de mayo de 2008

Sin saber qué hacer

Cuándo una se aburre intenta buscar ciertas actividades que colmen ese tiempo y que le saquen de ese hastío en el que se ve inmersa. Hay a quién le da por leer; a otros por ver televisión, navegar por internet- cosa que a mi después de una hora me aburre de forma soberana-; jugar a la Wiffi o simplemente por sentarse en el sillón y comer de forma compulsiva.

Pero lo que más le gusta a hacer a la gente cuándo se aburre es cotillear, criticar, chismorrear... lo de hablar de lo demás es un deporte nacional. Da igual si es verdad o mentira, lo importante es hablar porque se pasa muy bien el rato y así uno tiene en qué pensar para el resto del tiempo que pasa aburrido.

Y aquí estoy yo, sentada frente al infierno de mis clasificaciones, intentando no caer bajo el embrujo de Morfeo cuándo, de repente, en este cubículo en el que la gente se aburre de forma soberana (o esa es la impresión que a mi me da) un grupo se ha levantado, se ha reunido y se ha puesto a cotillear: a hablar de quién ha abandonado la sala, a hablar bajito- cosa que a mi me pone extremadamente nerviosa porque no llego a escuchar qué dicen-. Es más, creo que cuando se hace el silencio total y sólo se miran, también hablan de mí... coño! lo que quiero es enterarme de lo que dicen de mi! (qué seguro que estoy de acuerdo con ell@s) Y no. Así que como estoy aquí, aburrida en el Hades, yo me dedico también a hablar de ell@s, que así me da para pensar durante la siguiente media hora.

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